Imágenes y colores para la Esperanza

Texto del catálogo

La Esperanza es un sentimiento que a través de la Historia ha permitido a la Humanidad avanzar y soñar en cosas, que desde la realidad no serían posibles; en este sentido, podríamos decir que la Esperanza estaría vestida de utopía. Ahora bien, a través de mi obra, yo quisiera vestir la Esperanza de imágenes y colores que me han servido para llenar mis sentimientos y emociones personales. Por tanto, en el proceso de creación de esta obra no solo conviven técnicas pictóricas, sino pinceladas y trazos de las experiencias vividas a nivel personal y colectivo, por las personas allegadas que han sufrido esta enfermedad. Es importante señalar que nunca se han volcado tantos esfuerzos en la prevención e investigación, y en consecuencia, nunca ha estado la Humanidad tan cerca de que esa utopía se convierta en una realidad, es decir, la desaparición de la enfermedad, la curación. 

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La trayectoria de mi obra se centra ahora en la colaboración con la Asociación ÁMATE, con esta exposición individual de acrílicos y acuarelas con grafito, obras éstas, en las que, mediante un lenguaje sugerente y simbólico, se narran de forma plástica las diferentes caras del prisma de la enfermedad. Aquel capaz de generar la desesperación, la impotencia, la rendición y la oscuridad de la noche, para convertirlo mediante la utilización de las imágenes y del color en un mensaje cargado de Esperanza, a través de un lenguaje visual lleno de luz, color y optimismo.
Al igual que hice en la anterior exposición, vuelvo a recurrir a “la esfera como figura de representación y abstracción de lo femenino”, centrándolo ahora en una etapa concreta por la que se ven obligadas a pasar algunas mujeres. Al igual que hice entonces la esfera me sirve como símbolo del ser humano “ligada a la movilidad, dinámica, símbolo del eterno cambio y eterno descanso; frente a la fría racionalidad del cubo; a la esfera se le vincula con lo cósmico, lo espiritual, lo secreto, lo femenino, lo materno, lo luminoso, la simetría, con el azul, la perfección, el tiempo, el  alejamiento, la globalidad del ser…

En algunas de estas obras se simboliza a la mujer con la Naturaleza, materializada en una flor, “la cala”, como regalo a la parte más femenina de la mujer, también se narran las fases, los procesos, los estados de ánimo, por los que pasan en esta etapa de la vida. Se crean espacios para pasear, donde estemos a salvo de todo y de todos, menos de nosotros mismos, nos inventamos posibles paisajes donde deambular, en el que sea factible el reposo de nuestro espíritu, donde descansar, recuperar y acumular fuerzas para continuar, en la dura y hermosa tarea de vivir.

Mi atracción por el movimiento de las emociones me conduce a este tipo de obra tan intimista, delicada y silenciosa por el poder que ejerce sobre nuestra alma. Me gustaría animar al espectador a iniciar esta experiencia y sus beneficios: a situarse delante de un cuadro, respirar lentamente, recorrer su piel completa y acariciar su detalle, guardar silencio, permitir que la pintura nos hable, nos posea; cederle todo el espacio que existe entre nosotros.

 

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